1.1. Critica a la civilización occidental: el Vitalismo
1.1.1. Filosofo de la sospecha
La sospecha de la que habla Nietzsche puede resumirse sucintamente: el camino recorrido durante dos mil años de cristianismo ha corrompido al ser humano. El error humano queda, pues, bajo sospecha, lo cual sitúa a Nietzsche junto a Marx y Freud en el movimiento conocido por el nombre de filosofía de la sospecha. Marx habló de la sospecha derivada del hecho de que las ideas políticas y jurídicas de la sociedad están en manos de la clase dominante; Freud, por su parte, señaló que las causas reales de nuestra conducta no son racionales, quedando bajo sospecha el mismo comportamiento humano, en el que, por decirlo con Freud, juegan un rol más importante aquellos impulsos irracionales que permanecen en la sombra. Pues bien, Nietzsche puso bajo sospecha los modelos que garantizaron durante siglos la pervivencia de ideales científicos, filosóficos y religiosos que, como la idea de verdad o de bien, acabaron por conducir al ser humano a su propia perdición.
En su crítica a la historia
occidental, Nietzsche trasluce un extraordinario odio, aunque teñido, eso sí,
de una fina ironía y de una incisiva inteligencia. Si bien es verdad que la
obra nietzscheana supuso una gran sacudida del pasado, no es menos cierto que
en ella se propone un futuro para la sociedad humana; en ese futuro, dice
Nietzsche, se impondrá inevitablemente el nihilismo.
Nietzsche aportó sin duda una
obra filosófica de gran importancia; por un lado, porque en ella se denunció la
corrupción de la situación cultural europea a través de sutilísimos análisis
psicológicos; y por otro lado, porque de su demoledora crítica se siguen las
condiciones necesarias para la creación de una filosofía acorde con la vida.
1.1.2. Critica de la metafísica
A juicio de Nietzsche, la época trágica de la filosofía llegó a su fin con Sócrates, que dio comienzo a una época en que la razón y, por tanto, la moral cobrarían cada vez mayor importancia. La razón se convirtió en la gran maestra rectora del ser humano y, puesto que sólo aquello digno de conocimiento resulta imprescindible, se desecharon los sentimientos por inservibles. De este modo, el pensamiento surgido en el Siglo de Oro de la filosofía griega condenó los aspectos irracionales y lúdicos de la vida y decretó su indignidad.
Según Nietzsche, la historia de la filosofía adoptó en aquella época dos caminos radicalmente opuestos: uno que se identificaría con el arte trágico, y otro, el inaugurado por Platón, que sería el de la ciencia y la filosofía. Los fragmentos presocráticos, dignos del mejor arte trágico, son para Nietzsche paradigmáticos del primer camino, puesto que en ellos se representa, a través de unas pocas imágenes, la realidad en su conjunto. Todas las cosas nacidas tras el fuego originario se encuentran en constante y perpetuo proceso de cambio, de tal manera que lo múltiple de la realidad se deriva de lo individual primigenio.
La metafísica desdeña, según Nietzsche, el mundo físico que se define por el espacio y el tiempo, y da realidad a aquello que no es más que el producto de la imaginación humana. Para decirlo de otro modo, desconfía de los sentidos porque éstos muestran una realidad en perpetuo cambio: los sentidos son, para el metafísico, enemigos del pensamiento. Ahora bien, Nietzsche piensa que el punto del que se debe partir es precisamente el del movimiento y los sentidos, en lugar de primar aquellas ideas generadas por el concepto y el pensamiento.
1.1.3. Los engaños del lenguaje
Cuando se inventan las palabras, cuando se da un significado concreto y convencional a ciertas palabras, se tiende a pensar, equivocadamente, que se está nombrando una esencia. Ahora bien. pretender aprehender un fragmento de realidad como si se tratara de la realidad en sí es abandonarse a algo que sólo cabe hacer desde el concepto.
1.3. El Nihilismo y la transmutación de los valores
1.3.1. El Nihilismo
El nihilismo es consecuencia de la muerte de Dios. Los valores tradicionales, que durante siglos cobijaron y ofrecieron luz al ser humano, han quedado ya reducidos a cenizas. Del mismo modo, la trascendencia, rasgo fundamental que antaño diferenciaba al humano del puro animal, está en pleno proceso de decadencia; y lo está, justamente, porque llevaba en su seno la semilla de la derrota.
El individuo juzga constantemente cosas y sucesos,
y hace de algunos de esos juicios su modelo de vida, discriminando aquellas
cosas que juzga erróneas. Pues bien, aunque no todos los valores que
consideramos buenos acaban cumpliéndose, lo cierto es que
todos ellos ejercen una indudable influencia, benéfica o maléfica, en
nuestras vidas. Sin embargo, ahora que nuestros criterios de evaluación han
sufrido un cambio radical, parecerla quizá que el ser humano se ve avocado a
precipitarse por el gran barranco del vacío. Nietzsche introduce aquí el
estrecho vínculo que une el nihilismo a la voluntad de poder. El nihilismo
aparece primeramente en forma pasiva, pero a medida que las ideas dominantes de
la cultura van sucumbiendo a la transformación radical de los valores, aparece
en el horizonte una forma activa de nihilismo, destruyendo definitivamente los
criterios de evaluación más obsoletos.
El ser humano ha dejado efectivamente de creer en las falsas apariencias propuestas por el idealismo. El individuo debe llegar a afirmarse entusiasta y valientemente ante la vida. Entre tanto, la humanidad, que se halla aún atrapada en las garras de un nihilismo pasivo, ha de recorrer cuatro etapas o fases: en la primera de ellas, cuando el individuo se percata de la decadencia de la metafísica. de la religión y de la moral. se hacen grandes esfuerzos por mantenerlos en pie, para que reviva lo que, inevitablemente, está a punto de desaparecer. Después de este fatídico intento. el individuo se hace con los valores del nuevo mundo. y se da cuenta de que la nueva moral es incompatible con los principios del mundo obsoleto que ya ha desaparecido. En una siguiente fase, el ser humano se niega a sí mismo, y afloran en él sentimientos de piedad y de inquina; se conviene, en definitiva. en un ser resentido. como consecuencia de lo cual intenta destruirse. Es entonces cuando ocurre su verdadera transformación y se alcanza la fase final de su proceso de decadencia. momento en el que se crean nuevas creencias. abriéndose definitivamente a un tiempo final de eterno retorno de lo mismo.
En esa nueva sociedad descrita por Nietzsche como aquélla en la que se proclama .la muerte de Dios,. cualquier cosa quedaría permitida para el ser humano, y sólo al vencedor, al perseverante, al más fuerte le correspondería la creación de nuevos valores. Pero lo cieno es que tampoco habría escalas de valores salvo las que se derivaran de la conducta de cada cual y de la voluntad de aquéllos que no se dejaran subyugar por nadie. Por tanto, lo que en realidad propone Nietzsche es la libertad absoluta. Única causa del menosprecio hacia quien detenta el poder.
1.3.2. La transmutación de valores
a) La moral de los esclavos
El primer resultado del método genealógico es el hallazgo de dos tipos de moral: la de los esclavos y la de los señores.
En efecto, la moral de los esclavos busca lo igual en lo diferente, y
critica a los que se desvían. especialmente al excéntrico. Ensalza los valores
que hacen más llevadera la vida del ser humano; ensalza, en definitiva, valores
como la solidaridad, el amor, la mansedumbre y la obediencia.
En los albores de la moral de los esclavos, antes de la llegada del cristianismo, el judaísmo supuso, sin duda, el primer paso dado en esa historia de resentimiento: cuando el Imperio Romano tomó por la fuerza el territorio de Judea, el pueblo judío se rebeló contra el Imperio, que más tarde acabaría siendo absorbido por el cristianismo. Nietzsche se muestra muy escéptico acerca de la mentalidad occidental; critica, por ejemplo, la Revolución Francesa, en la que, según él, vencieron los estúpidos, los ingenuos, los débiles, lo cual no hizo sino reforzar la moral de los esclavos. Sólo un hombre ha representado en la historia de Europa el símbolo del hombre orgulloso y ambicioso: Napoleón.
Entre los instintos que Nietzsche encuentra positivamente estimulante estalla la violencia. La crueldad es un componente esencial de los pueblos fuertes y orgullosos. La alegría que se deriva del puro instinto de afligir y generar atrocidades a otros estaría en la base de la psique humana. Sin embargo, la moral ha pretendido disimular la violencia a través de una sede de prohibiciones. Ahora bien, el desgraciado al que no se permite exteriorizar su instinto violento. acaba ejerciéndolo contra sí mismo, es decir, elabora, por medio de la conciencia moral, una suerte de comportamiento ascético declaradamente contrario a sí mismo.
b) La nueva moral
1.4. Crítica del cristianismo. La muerte de Dios y el Suprahombre
1.4.1. Crítica del cristianismo
1.4.2. La muerte de Dios y el último hombre
1.4.3. El Suprahombre
Lo cierto es que las reflexiones nietzscheanas en torno al ser humano coinciden con las investigaciones de la biología y la antropología de la época. Según estas investigaciones, las sociedades humanas no permanecen eternamente iguales. La teoría de la evolución ejerció una gran influencia en la ciencia de la época, y como no podía ser de otro modo, también Nietzsche se vio influido por ella. Pues bien. así como la especie humana ha ido desarrollándose tras siglos de evolución, resulta perfectamente plausible pensar que en el futuro seguirá siendo así. Justamente por esta razón, Nietzsche sostiene que el superhombre está aún por llegar. Asimismo, la antropología de la época defendió dos tesis sumamente importantes: por un lado, que no existe distinción entre el alma y el cuerpo, y por otro lado, que el ser humano no fue creado a partir de la nada. Ahora bien, frente a todo ello Nietzsche constata que el propio desarrollo humano no ha ocurrido por las buenas, razón por la cual es necesario abonar adecuadamente el terreno, de manera que de ello resulte una tierra propicia para que el ser humano se desarrolle plenamente según todas sus posibilidades.
Romper con el pasado significaba para Nietzsche que los hombres y mujeres pudieran alcanzar un nuevo estadio en el que cada cual pudiera labrar su propio futuro. Muy al contrario de lo que se afirma. Nietzsche pretendió que el ser humano rompiera definitivamente con las cadenas que lo atan al pasado para llegar a ser. al fin, dueño y señor de su propio futuro.
Sólo así se entiende lo que expresa Nietzsche a través de su teoría del superhombre: el ser humano no avanza hacia una postrera etapa de su historia, sino a algo mejor. a un estadio superior en que el individuo reafirmará la voluntad de superar todas las épocas que le han precedido. El superhombre expresa, pues, el desacuerdo del ser humano respecto de todo lo actual y, asimismo, el anhelo por alcanzar una vida mejor.
1.5. La voluntad de poder y el eterno retorno de lo mismo
Según Nietzsche, el ser humano tiende a mejorarse continuamente; ahora
bien, cada individuo lo hace de manera desigual. En este sentido, los discursos
de Zaratustra son claramente contrarios a la igualdad, poniendo en entredicho
la doctrina según la cual todos los hombres y mujeres son iguales ante Dios.
Cuanto mayor y más fuerte sea la voluntad de vivir, más evidente será la
desigualdad entre las personas, y viceversa. cuanto menor y más débil sea, más
desiguales serán entre sí los individuos. La debilidad implica en este caso que
para alcanzar la libertad es preciso ejercer un gran esfuerzo hasta lograr
igualar con los demás nuestras diferencias y especificidades
Ahora bien. en realidad no hay verdades absolutas, puesto que la
realidad radical que supone la vida es puro y constante cambio. si bien los
filósofos. desengañados tal vez por esa realidad cambiante, hayan pretendido
dar con el ser inmutable. Así. viendo que resulta más cómodo vivir en un mundo
sin sorpresas ni cambios radicales. el filósofo crea conceptos e ideas con el
fin de aprehender el mundo. aunque el intento acabe siempre por frustrarse.
Aquello que se aproxime a ese objetivo será lo verdadero. y aquello que no lo
haga será obviamente lo falso. Puede ocurrir que muchos de los razonamientos
que el ser humano ha elaborado durante siglos resulten simples invenciones y
que no tengan nada que ver con lo que el filósofo toma por verdadero. Este tipo
de ideas -el Ser Absoluto o la existencia de un más allá fijo e invariable-
nunca concuerdan con la realidad objetiva, pues sólo son ideas ficticias que.
en el mejor de los casos, servirán circunstancialmente.
Por otro lado, la teoría del eterno retorno niega la hipótesis de Dios,
ya que afirma que los nuevos acontecimientos no son otra cosa sino repeticiones
de acontecimientos pasados. De otro modo, si los nuevos acontecimientos
ocurrieran sin cesar, habría que pensar que están dirigidos hacia un objetivo,
ocupando Dios un lugar central en la historia.
1.1.2. Critica de la metafísica
A juicio de Nietzsche, la época trágica de la filosofía llegó a su fin con Sócrates, que dio comienzo a una época en que la razón y, por tanto, la moral cobrarían cada vez mayor importancia. La razón se convirtió en la gran maestra rectora del ser humano y, puesto que sólo aquello digno de conocimiento resulta imprescindible, se desecharon los sentimientos por inservibles. De este modo, el pensamiento surgido en el Siglo de Oro de la filosofía griega condenó los aspectos irracionales y lúdicos de la vida y decretó su indignidad.
Según Nietzsche, la historia de la filosofía adoptó en aquella época dos caminos radicalmente opuestos: uno que se identificaría con el arte trágico, y otro, el inaugurado por Platón, que sería el de la ciencia y la filosofía. Los fragmentos presocráticos, dignos del mejor arte trágico, son para Nietzsche paradigmáticos del primer camino, puesto que en ellos se representa, a través de unas pocas imágenes, la realidad en su conjunto. Todas las cosas nacidas tras el fuego originario se encuentran en constante y perpetuo proceso de cambio, de tal manera que lo múltiple de la realidad se deriva de lo individual primigenio.
La metafísica desdeña, según Nietzsche, el mundo físico que se define por el espacio y el tiempo, y da realidad a aquello que no es más que el producto de la imaginación humana. Para decirlo de otro modo, desconfía de los sentidos porque éstos muestran una realidad en perpetuo cambio: los sentidos son, para el metafísico, enemigos del pensamiento. Ahora bien, Nietzsche piensa que el punto del que se debe partir es precisamente el del movimiento y los sentidos, en lugar de primar aquellas ideas generadas por el concepto y el pensamiento.
1.1.3. Los engaños del lenguaje
Cuando se inventan las palabras, cuando se da un significado concreto y convencional a ciertas palabras, se tiende a pensar, equivocadamente, que se está nombrando una esencia. Ahora bien. pretender aprehender un fragmento de realidad como si se tratara de la realidad en sí es abandonarse a algo que sólo cabe hacer desde el concepto.
Sólo los hombres y mujeres que
siguen su intuición y su instinto artístico son capaces de percatarse del
engaño de la invariabilidad de las cosas. Por el contrario. aquéllos que se
guían por el concepto adoptando una visión científica de la vida acaban
engañándose, pues que creen que tras el concepto se encuentra algo que no muta,
que permanece como sustancia. Así pues,
la tarea del filósofo consiste en dejar los conceptos tal y como los
encontró, empeñando su vida en aprehender intuiciones artísticas.
1.1.4. El Vitalismo: la vida conceptualmente inaprensible
El Vitalismo hizo una crítica
general de los principales conceptos de la metafísica. El propio racionalismo
fue criticado por Nietzsche, según el cual el pensamiento embebido en conceptos
reduce y desfigura la realidad.
De esta manera, Nietzsche adujo
que sólo la estética, es decir, la tragedia, alejada de toda filosofía
conceptual, es capaz de aprehender el meollo fundamental de la realidad y de la
vida. Sólo la estética. en efecto, puede dibujar los perfiles de lo más
esencial de la vida, en la que el nacimiento y la muerte, lo prolífico y lo
devorador, aparecen siempre imbricados y mezclados entre sí. Los conceptos
nunca alcanzarán a aprehender esa realidad; para ello, sólo será válido el sentimiento trágico de la
vida.
El individuo es, asimismo, un
pequeño fragmento de la totalidad vital que aparece en un momento determinado
de la historia.
Podemos observar, por lo tanto, que en el otro extremo de esa visión
estaría el racionalismo, que, frente al sentimiento estético-trágico de la
vida, postula la lógica y una racionalidad puramente cerebral.
1.2. Lo apolíneo y lo dionisiaco
Apolo y Dionisos son dos
símbolos, modelos o dioses que sirven para entender dos posturas contrapuestas
ante la vida.
Apolo es el dios de la luz y de
la medida, modelo de las formas y las ideas más perfectas. Dionisos, por su
parte, representa lo informe y lo desmedido; es el dios de la noche y de los
impulsos sexuales. Si bien la contraposición entre ambos resulta evidente, en
realidad son mutuamente necesarios, pues la vida que carezca de uno de los dos
componentes se rompería por completo. En la tradición filosófica europea
prevalece sin duda una visión marcadamente racionalista -en la que es
perceptible la larga sombra de Platón-, según la cual la furia, los placeres y
las pasiones deben subordinarse al alma racional, puesto que los sentimientos
son en sí aborrecibles.
En su crítica a la filosofía
occidental Nietzsche reivindicó la necesidad de conciliar ambas tendencias. la
apolínea y la dionisiaca, para conseguir equilibrar lo que de ambos habita en el
ser humano. No obstante, la racionalidad científico-racionalista (representada
por Apolo) hace caso omiso del puro devenir que es el mundo, cuando lo cierto
es que no hay ni espíritu ni razón ni verdad salvo en la imaginación humana.
1.3. El Nihilismo y la transmutación de los valores
1.3.1. El Nihilismo
El nihilismo es consecuencia de la muerte de Dios. Los valores tradicionales, que durante siglos cobijaron y ofrecieron luz al ser humano, han quedado ya reducidos a cenizas. Del mismo modo, la trascendencia, rasgo fundamental que antaño diferenciaba al humano del puro animal, está en pleno proceso de decadencia; y lo está, justamente, porque llevaba en su seno la semilla de la derrota.
Ahora bien, existen asimismo
otros caminos que conducen al nihilismo como, por ejemplo, la concepción según
la cual la historia estaría inevitablemente dirigida hacia una finalidad
determinada. Al darse cuenta de que la historia no sigue ningún modelo
preestablecido y que no tiene, por tanto, como fin ningún objetivo determinado,
el ser humano se desespera y se encoleriza, ante lo cual adopta un fuerte
sentimiento nihilista; en definitiva, el ser humano se percata de que el mundo no
tiene ni sentido ni explicación satisfactoria.
El ser humano ha dejado efectivamente de creer en las falsas apariencias propuestas por el idealismo. El individuo debe llegar a afirmarse entusiasta y valientemente ante la vida. Entre tanto, la humanidad, que se halla aún atrapada en las garras de un nihilismo pasivo, ha de recorrer cuatro etapas o fases: en la primera de ellas, cuando el individuo se percata de la decadencia de la metafísica. de la religión y de la moral. se hacen grandes esfuerzos por mantenerlos en pie, para que reviva lo que, inevitablemente, está a punto de desaparecer. Después de este fatídico intento. el individuo se hace con los valores del nuevo mundo. y se da cuenta de que la nueva moral es incompatible con los principios del mundo obsoleto que ya ha desaparecido. En una siguiente fase, el ser humano se niega a sí mismo, y afloran en él sentimientos de piedad y de inquina; se conviene, en definitiva. en un ser resentido. como consecuencia de lo cual intenta destruirse. Es entonces cuando ocurre su verdadera transformación y se alcanza la fase final de su proceso de decadencia. momento en el que se crean nuevas creencias. abriéndose definitivamente a un tiempo final de eterno retorno de lo mismo.
En esa nueva sociedad descrita por Nietzsche como aquélla en la que se proclama .la muerte de Dios,. cualquier cosa quedaría permitida para el ser humano, y sólo al vencedor, al perseverante, al más fuerte le correspondería la creación de nuevos valores. Pero lo cieno es que tampoco habría escalas de valores salvo las que se derivaran de la conducta de cada cual y de la voluntad de aquéllos que no se dejaran subyugar por nadie. Por tanto, lo que en realidad propone Nietzsche es la libertad absoluta. Única causa del menosprecio hacia quien detenta el poder.
1.3.2. La transmutación de valores
a) La moral de los esclavos
El primer resultado del método genealógico es el hallazgo de dos tipos de moral: la de los esclavos y la de los señores.
Desde el punto de vista de la
moral de los señores, el bien se define como aquello que mejora al ser humano
en su tarea de acometer las virtudes propias y genuinas de la vida. El bien se
corresponde con la naturaleza del guerrero, siendo sus características las
propias del soldado. El débil, por su parte, es aquél que vive a expensas de
los demás, y el malo, según la misma moral, aquél que piensa ingenuamente.
Ahora bien, según Nietzsche, los débiles y oprimidos han conseguido a lo
largo de la historia vencer a la moral de los señores imponiendo la de los
esclavos, y lo han hecho, dice Nietzsche, gracias a la ayuda de las distintas
religiones
La moral de los esclavos no nace,
por tanto, del amor hacia la vida, de su afirmación constante, sino del rencor,
el resentimiento, el odio, la envidia y la impotencia de los esclavos a los que
les está prohibida la acción. Por eso dice Nietzsche que -el bueno- ha sido
siempre el pobre, el tolerante, el humilde, es decir, aquél que está siempre
dispuesto a ayudar y a trabajar, el compasivo. el paciente. el cordero de Dios,
el manso de espíritu. el que pone la otra mejilla, el dichoso, el que sufre, el
desgraciado, el enfermo.
En los albores de la moral de los esclavos, antes de la llegada del cristianismo, el judaísmo supuso, sin duda, el primer paso dado en esa historia de resentimiento: cuando el Imperio Romano tomó por la fuerza el territorio de Judea, el pueblo judío se rebeló contra el Imperio, que más tarde acabaría siendo absorbido por el cristianismo. Nietzsche se muestra muy escéptico acerca de la mentalidad occidental; critica, por ejemplo, la Revolución Francesa, en la que, según él, vencieron los estúpidos, los ingenuos, los débiles, lo cual no hizo sino reforzar la moral de los esclavos. Sólo un hombre ha representado en la historia de Europa el símbolo del hombre orgulloso y ambicioso: Napoleón.
Entre los instintos que Nietzsche encuentra positivamente estimulante estalla la violencia. La crueldad es un componente esencial de los pueblos fuertes y orgullosos. La alegría que se deriva del puro instinto de afligir y generar atrocidades a otros estaría en la base de la psique humana. Sin embargo, la moral ha pretendido disimular la violencia a través de una sede de prohibiciones. Ahora bien, el desgraciado al que no se permite exteriorizar su instinto violento. acaba ejerciéndolo contra sí mismo, es decir, elabora, por medio de la conciencia moral, una suerte de comportamiento ascético declaradamente contrario a sí mismo.
b) La nueva moral
Para poder distinguir el bien del
mal, es decir, para que sea posible la creación de nuevos valores, hay que
pensar necesariamente en qué consiste la especificidad de la vida. Nietzsche
asegura en reiteradas ocasiones que es la voluntad de poder la que genera los
nuevos valores, porque sólo ella representa la mutabilidad y la variabilidad de
la naturaleza. Todo lo real, todo cuanto existe, tiende a ser más y mejor; eso
mismo ocurre, por ejemplo, en los reinos animal y vegetal, en donde la lucha
por la supervivencia hace que unas especies se sometan a otras.
Así pues, la voluntad de poder,
más allá del ámbito de las plantas y los animales, se manifiesta entre los
seres humanos haciendo que éstos creen constantemente nuevos valores. Como ya
señalábamos más arriba. la vida debería ser nuestra maestra rectora, porque
sólo así la plenitud, la salud y el poder podrían convertirse en los motores de
la moral de los señores. Por el contrario, el único motor de la moral de los
esclavos consiste en el resentimiento hacia al poderoso, siendo su
característica principal el deseo de convertir al débil en modelo de vida y el
intento porque el espíritu fuerte decaiga.
1.4. Crítica del cristianismo. La muerte de Dios y el Suprahombre
1.4.1. Crítica del cristianismo
En opinión de Nietzsche el origen
de la religión es el miedo, es decir, los sentimientos de angustia e impotencia
que el ser humano desarrolla a lo largo de su vida. La religión nunca ha
pretendido decir la verdad; de hecho, ha caído en el mismo error de la metafísica,
reivindicando para sí la trascendencia y el mundo sobrenatural-Dios, el más
allá, etc.-. Así, por ejemplo, Nietzsche arremete contra la tradición
judea-cristiana, contra el budismo y, en general, contra todas las religiones.
Efectivamente, el cristianismo rechazó los valores dionisiacos de la antigüedad
clásica, inventando un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con
el mundo real. De aceptar la inmortalidad, esta vida se convertiría de hecho en
mera transición hacia otra vida. Lo cierto es que para Nietzsche el cristianismo sería un simple platonismo de naturaleza
popular, una filosofía y una moral vulgares para personas débiles y esclavos.
Por otro lado. se asegura que la religión propone valores exclusivamente
decadentes, propios de un rebaño, aptos sólo para esclavos: humildad,
mansedumbre, obediencia, sacrificio. Valores todos ellos contrarios a los
impulsos vitales más elementales. Así pues, valiéndose de conceptos como el de
pecado, culpa o arrepentimiento, la religión ataca una y otra vez a la vida.
Lo que, en definitiva, criticó Nietzsche al cristianismo fue que
éste despreciara todo aquello que el cuerpo desea y anhela: pasiones, impulsos,
instintos, valores estéticos, etc. Según Nietzsche, el mayor acontecimiento de
la historia consiste en la proclamación de la muerte de Dios, abriendo así las
puertas al desarrollo pleno del ser humano y a la liberación de su fuerza
creadora, de manera que el dios cristiano quede arrinconado junto a sus
mandamientos y prohibiciones. El ser humano que abandone definitivamente la
quimera de un más allá, abandonando la imagen de ese mundo falso y mezquino. se
concentrará al fin en el mundo real.
Cuando Nietzsche ataca al
cristianismo está atacando, en realidad, a toda la tradición metafísica de
Occidente, única responsable del rechazo a todo lo real, lo terreno, lo
corpóreo, a los que ha considerado mera apariencia. Para Nietzsche, sin
embargo, sólo lo que se nos aparece a la vista es real, siendo, por tanto, la
eternidad una idea, no sólo vaga, sino falsa.
1.4.2. La muerte de Dios y el último hombre
A juicio de Nietzsche, aunque
haya ocurrido en un momento determinado, lo cierto es que la muerte de Dios es
un acontecimiento histórico. En último término, todos los hombres y mujeres han
dado muerte a Dios. El primero en darse cuenta de lo ocurrido es el hombre loco
que, encolerizado y tocado por una especie de sutil emoción, comienza a gritar,
tan increíble le parece lo ocurrido.
Después de su muerte, los seres
humanos no se dirigen ya a Dios: ni siquiera lo nombran. Los seres humanos sólo
se dirigen entre ellos para comunicarse mutuamente que su pleno desarrollo es
perfectamente posible. Ahora bien, tras la muerte de Dios, existen riesgos
evidentes.
El primer riesgo es que, como
consecuencia de la caída de todo idealismo y del olvido de toda trascendencia,
el ser humano acabe completamente desamparado y a la deriva. Al apagarse las
luces que protegían y amparaban al ser humano, éste puede, sin duda. verse
perdido y desilusionado ante un ateísmo incapaz de ofrecerle ningún aliciente.
Por consiguiente, tras la muerte de Dios, el mayor riesgo para el ser humano
será. sin duda, que su vida moral se vea agitada y convulsa. Esa es,
justamente, nuestra situación; nosotros somos el último hombre del que se habla
en Así habló Zaratustra: nosotros que creemos en Dios todos los
domingos. nosotros que necesitamos que otros organicen nuestro tiempo. El ser
humano que vive sin alicientes hasta su muerte es, por tanto, un ser nihilista.
1.4.3. El Suprahombre
Lo cierto es que las reflexiones nietzscheanas en torno al ser humano coinciden con las investigaciones de la biología y la antropología de la época. Según estas investigaciones, las sociedades humanas no permanecen eternamente iguales. La teoría de la evolución ejerció una gran influencia en la ciencia de la época, y como no podía ser de otro modo, también Nietzsche se vio influido por ella. Pues bien. así como la especie humana ha ido desarrollándose tras siglos de evolución, resulta perfectamente plausible pensar que en el futuro seguirá siendo así. Justamente por esta razón, Nietzsche sostiene que el superhombre está aún por llegar. Asimismo, la antropología de la época defendió dos tesis sumamente importantes: por un lado, que no existe distinción entre el alma y el cuerpo, y por otro lado, que el ser humano no fue creado a partir de la nada. Ahora bien, frente a todo ello Nietzsche constata que el propio desarrollo humano no ha ocurrido por las buenas, razón por la cual es necesario abonar adecuadamente el terreno, de manera que de ello resulte una tierra propicia para que el ser humano se desarrolle plenamente según todas sus posibilidades.
Romper con el pasado significaba para Nietzsche que los hombres y mujeres pudieran alcanzar un nuevo estadio en el que cada cual pudiera labrar su propio futuro. Muy al contrario de lo que se afirma. Nietzsche pretendió que el ser humano rompiera definitivamente con las cadenas que lo atan al pasado para llegar a ser. al fin, dueño y señor de su propio futuro.
Sólo así se entiende lo que expresa Nietzsche a través de su teoría del superhombre: el ser humano no avanza hacia una postrera etapa de su historia, sino a algo mejor. a un estadio superior en que el individuo reafirmará la voluntad de superar todas las épocas que le han precedido. El superhombre expresa, pues, el desacuerdo del ser humano respecto de todo lo actual y, asimismo, el anhelo por alcanzar una vida mejor.
El futuro está absolutamente
abierto a todas las posibilidades, lo cual permite que la humanidad, cuya
naturaleza es, como ya hemos dicho, esencialmente histórica, se desarrolle
plenamente. Ese presupuesto garantiza, por un lado, la libertad humana, y, por
otro lado. es condición necesaria para la voluntad y el espíritu humanos. Queda
así dicho que el ser humano sólo se desarrolla en este mundo, en el mundo
natural, sin necesidad de recurrir a mundos sobrenaturales.
El conocimiento, según Nietzsche,
supone a veces una fértil herramienta para alcanzar el poder. puesto que la
curiosidad y el deseo de conocimiento humanos están subordinados a la voluntad
de poder. De esta manera, algunos hombres y mujeres someten a la realidad y la
postran ante sí por medio del conocimiento. no porque busquen saciar su sed de
sabiduría ni porque pretendan alcanzar la verdad absoluta. sino para controlar
y dominar la realidad.
En la vida que es puro cambio.
todo acontece estrepitosa e incontroladamente. no pudiendo en ese proceso dominar
el flujo constante de la realidad. No obstante. corresponde al ser humano
arreciar esa tempestad. haciéndose con los conceptos invariables que el
pensamiento inventa. Para decirlo de otra forma. los conceptos resultan de gran
valor para someter y dominar la realidad que fluye incesantemente; son, en
efecto. los factores determinantes para que el ser humano aprehenda la
sustancia de las cosas.
Además de haber inventado el
superhombre, Zaratustra creó también el eterno retorno de lo mismo. Es posible
que esta teoría sea la máxima representación de la vida digna de ser vivida.
Asimismo, puesto que el superhombre acepta la vida tal y como ésta se le
aparece. la repetición de los sucesos más insignificantes es incesante.
El imperativo categórico de la
razón práctica kantiana (Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de
tu acción se convierta en ley universal,) se convierte así en Nietzsche en la
siguiente máxima: ,Desea y vive la vida hasta el punto de querer que lo vivido
se repita infinitamente.
En la teoría nietzscheana del
eterno retorno. la realidad que se repite una y otra vez (hasta llegar siempre
al mismo punto de partida) se contrapone, efectivamente. a la opinión según la
cual la realidad sería un continuo trazado a semejanza de una recta. Es decir,
si, a partir del momento presente, en el pasado el tiempo es infinito. entonces
puede afirmarse que todos los sucesos han ocurrido ya en alguna ocasión. Por
tanto. aquello que aún no ha ocurrido será. de algún modo. nuevo. puesto que en
algún momento del pasado ha tenido que suceder. De este modo. todo lo que pudo
haber ocurrido ha ocurrido ya de hecho. yen consecuencia, ha transcurrido desde
entonces un lapso de tiempo no superior al que vaya ha transcurrir en el
futuro. En esto consiste, precisamente, la teoría del eterno retorno de
Nietzsche.
Todo lo que ocurra en un momento
determinado del tiempo ha tenido que ocurrir en algún otro momento. Así pues,
si lo que vaya a venir se va a repetir una y otra vez, todo intento por crear
algo nuevo resultará imposible. En consecuencia, es igualmente imposible que el
superhombre se vaya a realizar. Es decir, es cierto que el futuro puede estar
determinado de modo que lo que vaya a ocurrir en el presente esté de algún modo
configurado en el pasado. Por tanto. el superhombre y el eterno retorno de lo
mismo serían, de hecho, dos conceptos contrapuestos.
Para salir de este atolladero, en
un intento por conciliar las teorías del superhombre y del eterno retorno de lo
mismo, Zaratustra cambia repentinamente de opinión: abandonando toda concepción
acerca del pasado. Nietzsche intentará conciliar ambas teorías mirando al
futuro.
El ser humano determina su
comportamiento futuro a través de las decisiones y comportamientos del
presente. Por así decirlo, todo está por hacer. Ahora bien, el ser humano nuevo
que nacerá al final de la historia no podría ser, de ninguna manera. el
superhombre nietzscheano, puesto que ello implicaría adoptar una concepción
teleológica del universo.
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