lunes, 16 de mayo de 2016

8. EL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE

Frente a su pensamiento, ácido e irónico, no cabe la indiferencia. Sus ideas son críticamente demoledoras; no en vano, Nietzsche pretendió en su obra acabar con todos los fundamentos morales de la cultura occidental.

1.1. Critica a la civilización occidental: el Vitalismo

1.1.1. Filosofo de la sospecha


La sospecha de la que habla Nietzsche puede resumirse sucintamente: el camino recorrido durante dos mil años de cristianismo ha corrompido al ser humano. El error humano queda, pues, bajo sospecha, lo cual sitúa a Nietzsche junto a Marx y Freud en el movimiento conocido por el nombre de filosofía de la sospecha. Marx habló de la sospecha derivada del hecho de que las ideas políticas y jurídicas de la sociedad están en manos de la clase dominante; Freud, por su parte, señaló que las causas reales de nuestra conducta no son racionales, quedando bajo sospecha el mismo comportamiento humano, en el que, por decirlo con Freud, juegan un rol más importante aquellos impulsos irracionales que permanecen en la sombra. Pues bien, Nietzsche puso bajo sospecha los modelos que garantizaron durante siglos la pervivencia de ideales científicos, filosóficos y religiosos que, como la idea de verdad o de bien, acabaron por conducir al ser humano a su propia perdición.


En su crítica a la historia occidental, Nietzsche trasluce un extraordinario odio, aunque teñido, eso sí, de una fina ironía y de una incisiva inteligencia. Si bien es verdad que la obra nietzscheana supuso una gran sacudida del pasado, no es menos cierto que en ella se propone un futuro para la sociedad humana; en ese futuro, dice Nietzsche, se impondrá inevitablemente el nihilismo.

Nietzsche aportó sin duda una obra filosófica de gran importancia; por un lado, porque en ella se denunció la corrupción de la situación cultural europea a través de sutilísimos análisis psicológicos; y por otro lado, porque de su demoledora crítica se siguen las condiciones necesarias para la creación de una filosofía acorde con la vida.

1.1.2. Critica de la metafísica

A juicio de Nietzsche, la época trágica de la filosofía llegó a su fin con Sócrates, que dio comienzo a una época en que la razón y, por tanto, la moral cobrarían cada vez mayor importancia. La razón se convirtió en la gran maestra rectora del ser humano y, puesto que sólo aquello digno de conocimiento resulta imprescindible, se desecharon los sentimientos por inservibles. De este modo, el pensamiento surgido en el Siglo de Oro de la filosofía griega condenó los aspectos irracionales y lúdicos de la vida y decretó su indignidad.

Según Nietzsche, la historia de la filosofía adoptó en aquella época dos caminos radicalmente opuestos: uno que se identificaría con el arte trágico, y otro, el inaugurado por Platón, que sería el de la ciencia y la filosofía. Los fragmentos presocráticos, dignos del mejor arte trágico, son para Nietzsche paradigmáticos del primer camino, puesto que en ellos se representa, a través de unas pocas imágenes, la realidad en su conjunto. Todas las cosas nacidas tras el fuego originario se encuentran en constante y perpetuo proceso de cambio, de tal manera que lo múltiple de la realidad se deriva de lo individual primigenio.

La metafísica desdeña, según Nietzsche, el mundo físico que se define por el espacio y el tiempo, y da realidad a aquello que no es más que el producto de la imaginación humana. Para decirlo de otro modo, desconfía de los sentidos porque éstos muestran una realidad en perpetuo cambio: los sentidos son, para el metafísico, enemigos del pensamiento. Ahora bien, Nietzsche piensa que el punto del que se debe partir es precisamente el del movimiento y los sentidos, en lugar de primar aquellas ideas generadas por el concepto y el pensamiento.

1.1.3. Los engaños del lenguaje

Cuando se inventan las palabras, cuando se da un significado concreto y convencional a ciertas palabras, se tiende a pensar, equivocadamente, que se está nombrando una esencia. Ahora bien. pretender aprehender un fragmento de realidad como si se tratara de la realidad en sí es abandonarse a algo que sólo cabe hacer desde el concepto.


Sólo los hombres y mujeres que siguen su intuición y su instinto artístico son capaces de percatarse del engaño de la invariabilidad de las cosas. Por el contrario. aquéllos que se guían por el concepto adoptando una visión científica de la vida acaban engañándose, pues que creen que tras el concepto se encuentra algo que no muta, que permanece como sustancia. Así pues,  la tarea del filósofo consiste en dejar los conceptos tal y como los encontró, empeñando su vida en aprehender intuiciones artísticas.

1.1.4. El Vitalismo: la vida conceptualmente inaprensible 

El Vitalismo hizo una crítica general de los principales conceptos de la metafísica. El propio racionalismo fue criticado por Nietzsche, según el cual el pensamiento embebido en conceptos reduce y desfigura la realidad.

De esta manera, Nietzsche adujo que sólo la estética, es decir, la tragedia, alejada de toda filosofía conceptual, es capaz de aprehender el meollo fundamental de la realidad y de la vida. Sólo la estética. en efecto, puede dibujar los perfiles de lo más esencial de la vida, en la que el nacimiento y la muerte, lo prolífico y lo devorador, aparecen siempre imbricados y mezclados entre sí. Los conceptos nunca alcanzarán a aprehender esa realidad; para ello,  sólo será válido el sentimiento trágico de la vida.
El individuo es, asimismo, un pequeño fragmento de la totalidad vital que aparece en un momento determinado de la historia.

Podemos observar, por lo tanto, que en el otro extremo de esa visión estaría el racionalismo, que, frente al sentimiento estético-trágico de la vida, postula la lógica y una racionalidad puramente cerebral. 

1.2. Lo apolíneo y lo dionisiaco

Apolo y Dionisos son dos símbolos, modelos o dioses que sirven para entender dos posturas contrapuestas ante la vida.

Apolo es el dios de la luz y de la medida, modelo de las formas y las ideas más perfectas. Dionisos, por su parte, representa lo informe y lo desmedido; es el dios de la noche y de los impulsos sexuales. Si bien la contraposición entre ambos resulta evidente, en realidad son mutuamente necesarios, pues la vida que carezca de uno de los dos componentes se rompería por completo. En la tradición filosófica europea prevalece sin duda una visión marcadamente racionalista -en la que es perceptible la larga sombra de Platón-, según la cual la furia, los placeres y las pasiones deben subordinarse al alma racional, puesto que los sentimientos son en sí aborrecibles.

En su crítica a la filosofía occidental Nietzsche reivindicó la necesidad de conciliar ambas tendencias. la apolínea y la dionisiaca, para conseguir equilibrar lo que de ambos habita en el ser humano. No obstante, la racionalidad científico-racionalista (representada por Apolo) hace caso omiso del puro devenir que es el mundo, cuando lo cierto es que no hay ni espíritu ni razón ni verdad salvo en la imaginación humana.

1.3. El Nihilismo y la transmutación de los valores

1.3.1. El Nihilismo

El nihilismo es consecuencia de la muerte de Dios. Los valores tradicionales, que durante siglos cobijaron y ofrecieron luz al ser humano, han quedado ya reducidos a cenizas. Del mismo modo, la trascendencia, rasgo fundamental que antaño diferenciaba al humano del puro animal, está en pleno proceso de decadencia; y lo está, justamente, porque llevaba en su seno la semilla de la derrota.


Ahora bien, existen asimismo otros caminos que conducen al nihilismo como, por ejemplo, la concepción según la cual la historia estaría inevitablemente dirigida hacia una finalidad determinada. Al darse cuenta de que la historia no sigue ningún modelo preestablecido y que no tiene, por tanto, como fin ningún objetivo determinado, el ser humano se desespera y se encoleriza, ante lo cual adopta un fuerte sentimiento nihilista; en definitiva, el ser humano se percata de que el mundo no tiene ni sentido ni explicación satisfactoria.

El individuo juzga constantemente cosas y sucesos, y hace de algunos de esos juicios su modelo de vida, discriminando aquellas cosas que juzga erróneas. Pues bien, aunque no todos los valores que consideramos buenos acaban cumpliéndose, lo cierto es que todos ellos ejercen una indudable influencia, benéfica o maléfica, en nuestras vidas. Sin embargo, ahora que nuestros criterios de evaluación han sufrido un cambio radical, parecerla quizá que el ser humano se ve avocado a precipitarse por el gran barranco del vacío. Nietzsche introduce aquí el estrecho vínculo que une el nihilismo a la voluntad de poder. El nihilismo aparece primeramente en forma pasiva, pero a medida que las ideas dominantes de la cultura van sucumbiendo a la transformación radical de los valores, aparece en el horizonte una forma activa de nihilismo, destruyendo definitivamente los criterios de evaluación más obsoletos.
El ser humano ha dejado efectivamente de creer en las falsas apariencias propuestas por el idealismo. El individuo debe llegar a afirmarse entusiasta y valientemente ante la vida. Entre tanto, la humanidad, que se halla aún atrapada en las garras de un nihilismo pasivo, ha de recorrer cuatro etapas o fases: en la primera de ellas, cuando el individuo se percata de la decadencia de la metafísica. de la religión y de la moral. se hacen grandes esfuerzos por mantenerlos en pie, para que reviva lo que, inevitablemente, está a punto de desaparecer. Después de este fatídico intento. el individuo se hace con los valores del nuevo mundo. y se da cuenta de que la nueva moral es incompatible con los principios del mundo obsoleto que ya ha desaparecido. En una siguiente fase, el ser humano se niega a sí mismo, y afloran en él sentimientos de piedad y de inquina; se conviene, en definitiva. en un ser resentido. como consecuencia de lo cual intenta destruirse. Es entonces cuando ocurre su verdadera transformación y se alcanza la fase final de su proceso de decadencia. momento en el que se crean nuevas creencias. abriéndose definitivamente a un tiempo final de eterno retorno de lo mismo.

En esa nueva sociedad descrita por Nietzsche como aquélla en la que se proclama .la muerte de Dios,. cualquier cosa quedaría permitida para el ser humano, y sólo al vencedor, al perseverante, al más fuerte le correspondería la creación de nuevos valores. Pero lo cieno es que tampoco habría escalas de valores salvo las que se derivaran de la conducta de cada cual y de la voluntad de aquéllos que no se dejaran subyugar por nadie. Por tanto, lo que en realidad propone Nietzsche es la libertad absoluta. Única causa del menosprecio hacia quien detenta el poder. 

1.3.2. La transmutación de valores

a) La moral de los esclavos

El primer resultado del método genealógico es el hallazgo de dos tipos de moral: la de los esclavos y la de los señores.


Desde el punto de vista de la moral de los señores, el bien se define como aquello que mejora al ser humano en su tarea de acometer las virtudes propias y genuinas de la vida. El bien se corresponde con la naturaleza del guerrero, siendo sus características las propias del soldado. El débil, por su parte, es aquél que vive a expensas de los demás, y el malo, según la misma moral, aquél que piensa ingenuamente.

Ahora bien, según Nietzsche, los débiles y oprimidos han conseguido a lo largo de la historia vencer a la moral de los señores imponiendo la de los esclavos, y lo han hecho, dice Nietzsche, gracias a la ayuda de las distintas religiones


La moral de los esclavos no nace, por tanto, del amor hacia la vida, de su afirmación constante, sino del rencor, el resentimiento, el odio, la envidia y la impotencia de los esclavos a los que les está prohibida la acción. Por eso dice Nietzsche que -el bueno- ha sido siempre el pobre, el tolerante, el humilde, es decir, aquél que está siempre dispuesto a ayudar y a trabajar, el compasivo. el paciente. el cordero de Dios, el manso de espíritu. el que pone la otra mejilla, el dichoso, el que sufre, el desgraciado, el enfermo.

En efecto, la moral de los esclavos busca lo igual en lo diferente, y critica a los que se desvían. especialmente al excéntrico. Ensalza los valores que hacen más llevadera la vida del ser humano; ensalza, en definitiva, valores como la solidaridad, el amor, la mansedumbre y la obediencia.

En los albores de la moral de los esclavos, antes de la llegada del cristianismo, el judaísmo supuso, sin duda, el primer paso dado en esa historia de resentimiento: cuando el Imperio Romano tomó por la fuerza el territorio de Judea, el pueblo judío se rebeló contra el Imperio, que más tarde acabaría siendo absorbido por el cristianismo. Nietzsche se muestra muy escéptico acerca de la mentalidad occidental; critica, por ejemplo, la Revolución Francesa, en la que, según él, vencieron los estúpidos, los ingenuos, los débiles, lo cual no hizo sino reforzar la moral de los esclavos. Sólo un hombre ha representado en la historia de Europa el símbolo del hombre orgulloso y ambicioso: Napoleón.

Entre los instintos que Nietzsche encuentra positivamente estimulante estalla la violencia. La crueldad es un componente esencial de los pueblos fuertes y orgullosos. La alegría que se deriva del puro instinto de afligir y generar atrocidades a otros estaría en la base de la psique humana. Sin embargo, la moral ha pretendido disimular la violencia a través de una sede de prohibiciones. Ahora bien, el desgraciado al que no se permite exteriorizar su instinto violento. acaba ejerciéndolo contra sí mismo, es decir, elabora, por medio de la conciencia moral, una suerte de comportamiento ascético declaradamente contrario a sí mismo.

b) La nueva moral


Para poder distinguir el bien del mal, es decir, para que sea posible la creación de nuevos valores, hay que pensar necesariamente en qué consiste la especificidad de la vida. Nietzsche asegura en reiteradas ocasiones que es la voluntad de poder la que genera los nuevos valores, porque sólo ella representa la mutabilidad y la variabilidad de la naturaleza. Todo lo real, todo cuanto existe, tiende a ser más y mejor; eso mismo ocurre, por ejemplo, en los reinos animal y vegetal, en donde la lucha por la supervivencia hace que unas especies se sometan a otras.


Así pues, la voluntad de poder, más allá del ámbito de las plantas y los animales, se manifiesta entre los seres humanos haciendo que éstos creen constantemente nuevos valores. Como ya señalábamos más arriba. la vida debería ser nuestra maestra rectora, porque sólo así la plenitud, la salud y el poder podrían convertirse en los motores de la moral de los señores. Por el contrario, el único motor de la moral de los esclavos consiste en el resentimiento hacia al poderoso, siendo su característica principal el deseo de convertir al débil en modelo de vida y el intento porque el espíritu fuerte decaiga. 

1.4. Crítica del cristianismo. La muerte de Dios y el Suprahombre

1.4.1. Crítica del cristianismo


En opinión de Nietzsche el origen de la religión es el miedo, es decir, los sentimientos de angustia e impotencia que el ser humano desarrolla a lo largo de su vida. La religión nunca ha pretendido decir la verdad; de hecho, ha caído en el mismo error de la metafísica, reivindicando para sí la trascendencia y el mundo sobrenatural-Dios, el más allá, etc.-. Así, por ejemplo, Nietzsche arremete contra la tradición judea-cristiana, contra el budismo y, en general, contra todas las religiones.

Efectivamente, el cristianismo rechazó los valores dionisiacos de la antigüedad clásica, inventando un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real. De aceptar la inmortalidad, esta vida se convertiría de hecho en mera transición hacia otra vida. Lo cierto es que para Nietzsche el cristianismo sería un simple platonismo de naturaleza popular, una filosofía y una moral vulgares para personas débiles y esclavos. Por otro lado. se asegura que la religión propone valores exclusivamente decadentes, propios de un rebaño, aptos sólo para esclavos: humildad, mansedumbre, obediencia, sacrificio. Valores todos ellos contrarios a los impulsos vitales más elementales. Así pues, valiéndose de conceptos como el de pecado, culpa o arrepentimiento, la religión ataca una y otra vez a la vida.

Lo que, en definitiva,  criticó Nietzsche al cristianismo fue que éste despreciara todo aquello que el cuerpo desea y anhela: pasiones, impulsos, instintos, valores estéticos, etc. Según Nietzsche, el mayor acontecimiento de la historia consiste en la proclamación de la muerte de Dios, abriendo así las puertas al desarrollo pleno del ser humano y a la liberación de su fuerza creadora, de manera que el dios cristiano quede arrinconado junto a sus mandamientos y prohibiciones. El ser humano que abandone definitivamente la quimera de un más allá, abandonando la imagen de ese mundo falso y mezquino. se concentrará al fin en el mundo real. 


Cuando Nietzsche ataca al cristianismo está atacando, en realidad, a toda la tradición metafísica de Occidente, única responsable del rechazo a todo lo real, lo terreno, lo corpóreo, a los que ha considerado mera apariencia. Para Nietzsche, sin embargo, sólo lo que se nos aparece a la vista es real, siendo, por tanto, la eternidad una idea, no sólo vaga, sino falsa. 

1.4.2. La muerte de Dios y el último hombre


A juicio de Nietzsche, aunque haya ocurrido en un momento determinado, lo cierto es que la muerte de Dios es un acontecimiento histórico. En último término, todos los hombres y mujeres han dado muerte a Dios. El primero en darse cuenta de lo ocurrido es el hombre loco que, encolerizado y tocado por una especie de sutil emoción, comienza a gritar, tan increíble le parece lo ocurrido.

Después de su muerte, los seres humanos no se dirigen ya a Dios: ni siquiera lo nombran. Los seres humanos sólo se dirigen entre ellos para comunicarse mutuamente que su pleno desarrollo es perfectamente posible. Ahora bien, tras la muerte de Dios, existen riesgos evidentes.


El primer riesgo es que, como consecuencia de la caída de todo idealismo y del olvido de toda trascendencia, el ser humano acabe completamente desamparado y a la deriva. Al apagarse las luces que protegían y amparaban al ser humano, éste puede, sin duda. verse perdido y desilusionado ante un ateísmo incapaz de ofrecerle ningún aliciente. Por consiguiente, tras la muerte de Dios, el mayor riesgo para el ser humano será. sin duda, que su vida moral se vea agitada y convulsa. Esa es, justamente, nuestra situación; nosotros somos el último hombre del que se habla en Así habló Zaratustra: nosotros que creemos en Dios todos los domingos. nosotros que necesitamos que otros organicen nuestro tiempo. El ser humano que vive sin alicientes hasta su muerte es, por tanto, un ser nihilista. 

1.4.3. El Suprahombre

Lo cierto es que las reflexiones nietzscheanas en torno al ser humano coinciden con las investigaciones de la biología y la antropología de la época. Según estas investigaciones, las sociedades humanas no permanecen eternamente iguales. La teoría de la evolución ejerció una gran influencia en la ciencia de la época, y como no podía ser de otro modo, también Nietzsche se vio influido por ella. Pues bien. así como la especie humana ha ido desarrollándose tras siglos de evolución, resulta perfectamente plausible pensar que en el futuro seguirá siendo así. Justamente por esta razón, Nietzsche sostiene que el superhombre está aún por llegar. Asimismo, la antropología de la época defendió dos tesis sumamente importantes: por un lado, que no existe distinción entre el alma y el cuerpo, y por otro lado, que el ser humano no fue creado a partir de la nada. Ahora bien, frente a todo ello Nietzsche constata que el propio desarrollo humano no ha ocurrido por las buenas, razón por la cual es necesario abonar adecuadamente el terreno, de manera que de ello resulte una tierra propicia para que el ser humano se desarrolle plenamente según todas sus posibilidades.

Romper con el  pasado significaba para Nietzsche que los hombres y mujeres pudieran alcanzar un nuevo estadio en el que cada cual pudiera labrar su propio futuro. Muy al contrario de lo que se afirma. Nietzsche pretendió que el ser humano rompiera definitivamente con las cadenas que lo atan al pasado para llegar a ser. al fin, dueño y señor de su propio futuro. 


Sólo así se entiende lo que expresa Nietzsche a través de su teoría del superhombre: el ser humano no avanza hacia una postrera etapa de su historia, sino a algo mejor. a un estadio superior en que el individuo reafirmará la voluntad de superar todas las épocas que le han precedido. El superhombre expresa, pues, el desacuerdo del ser humano respecto de todo lo actual y, asimismo, el anhelo por alcanzar una vida mejor. 

1.5. La voluntad de poder y el eterno retorno de lo mismo


El futuro está absolutamente abierto a todas las posibilidades, lo cual permite que la humanidad, cuya naturaleza es, como ya hemos dicho, esencialmente histórica, se desarrolle plenamente. Ese presupuesto garantiza, por un lado, la libertad humana, y, por otro lado. es condición necesaria para la voluntad y el espíritu humanos. Queda así dicho que el ser humano sólo se desarrolla en este mundo, en el mundo natural, sin necesidad de recurrir a mundos sobrenaturales.

Según Nietzsche, el ser humano tiende a mejorarse continuamente; ahora bien, cada individuo lo hace de manera desigual. En este sentido, los discursos de Zaratustra son claramente contrarios a la igualdad, poniendo en entredicho la doctrina según la cual todos los hombres y mujeres son iguales ante Dios. Cuanto mayor y más fuerte sea la voluntad de vivir, más evidente será la desigualdad entre las personas, y viceversa. cuanto menor y más débil sea, más desiguales serán entre sí los individuos. La debilidad implica en este caso que para alcanzar la libertad es preciso ejercer un gran esfuerzo hasta lograr igualar con los demás nuestras diferencias y especificidades


El conocimiento, según Nietzsche, supone a veces una fértil herramienta para alcanzar el poder. puesto que la curiosidad y el deseo de conocimiento humanos están subordinados a la voluntad de poder. De esta manera, algunos hombres y mujeres someten a la realidad y la postran ante sí por medio del conocimiento. no porque busquen saciar su sed de sabiduría ni porque pretendan alcanzar la verdad absoluta. sino para controlar y dominar la realidad.

En la vida que es puro cambio. todo acontece estrepitosa e incontroladamente. no pudiendo en ese proceso dominar el flujo constante de la realidad. No obstante. corresponde al ser humano arreciar esa tempestad. haciéndose con los conceptos invariables que el pensamiento inventa. Para decirlo de otra forma. los conceptos resultan de gran valor para someter y dominar la realidad que fluye incesantemente; son, en efecto. los factores determinantes para que el ser humano aprehenda la sustancia de las cosas.

Ahora bien. en realidad no hay verdades absolutas, puesto que la realidad radical que supone la vida es puro y constante cambio. si bien los filósofos. desengañados tal vez por esa realidad cambiante, hayan pretendido dar con el ser inmutable. Así. viendo que resulta más cómodo vivir en un mundo sin sorpresas ni cambios radicales. el filósofo crea conceptos e ideas con el fin de aprehender el mundo. aunque el intento acabe siempre por frustrarse. Aquello que se aproxime a ese objetivo será lo verdadero. y aquello que no lo haga será obviamente lo falso. Puede ocurrir que muchos de los razonamientos que el ser humano ha elaborado durante siglos resulten simples invenciones y que no tengan nada que ver con lo que el filósofo toma por verdadero. Este tipo de ideas -el Ser Absoluto o la existencia de un más allá fijo e invariable- nunca concuerdan con la realidad objetiva, pues sólo son ideas ficticias que. en el mejor de los casos, servirán circunstancialmente.


Además de haber inventado el superhombre, Zaratustra creó también el eterno retorno de lo mismo. Es posible que esta teoría sea la máxima representación de la vida digna de ser vivida. Asimismo, puesto que el superhombre acepta la vida tal y como ésta se le aparece. la repetición de los sucesos más insignificantes es incesante.

El imperativo categórico de la razón práctica kantiana (Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en ley universal,) se convierte así en Nietzsche en la siguiente máxima: ,Desea y vive la vida hasta el punto de querer que lo vivido se repita infinitamente.

En la teoría nietzscheana del eterno retorno. la realidad que se repite una y otra vez (hasta llegar siempre al mismo punto de partida) se contrapone, efectivamente. a la opinión según la cual la realidad sería un continuo trazado a semejanza de una recta. Es decir, si, a partir del momento presente, en el pasado el tiempo es infinito. entonces puede afirmarse que todos los sucesos han ocurrido ya en alguna ocasión. Por tanto. aquello que aún no ha ocurrido será. de algún modo. nuevo. puesto que en algún momento del pasado ha tenido que suceder. De este modo. todo lo que pudo haber ocurrido ha ocurrido ya de hecho. yen consecuencia, ha transcurrido desde entonces un lapso de tiempo no superior al que vaya ha transcurrir en el futuro. En esto consiste, precisamente, la teoría del eterno retorno de Nietzsche.

Todo lo que ocurra en un momento determinado del tiempo ha tenido que ocurrir en algún otro momento. Así pues, si lo que vaya a venir se va a repetir una y otra vez, todo intento por crear algo nuevo resultará imposible. En consecuencia, es igualmente imposible que el superhombre se vaya a realizar. Es decir, es cierto que el futuro puede estar determinado de modo que lo que vaya a ocurrir en el presente esté de algún modo configurado en el pasado. Por tanto. el superhombre y el eterno retorno de lo mismo serían, de hecho, dos conceptos contrapuestos.

Para salir de este atolladero, en un intento por conciliar las teorías del superhombre y del eterno retorno de lo mismo, Zaratustra cambia repentinamente de opinión: abandonando toda concepción acerca del pasado. Nietzsche intentará conciliar ambas teorías mirando al futuro.

El ser humano determina su comportamiento futuro a través de las decisiones y comportamientos del presente. Por así decirlo, todo está por hacer. Ahora bien, el ser humano nuevo que nacerá al final de la historia no podría ser, de ninguna manera. el superhombre nietzscheano, puesto que ello implicaría adoptar una concepción teleológica del universo.

Por otro lado, la teoría del eterno retorno niega la hipótesis de Dios, ya que afirma que los nuevos acontecimientos no son otra cosa sino repeticiones de acontecimientos pasados. De otro modo, si los nuevos acontecimientos ocurrieran sin cesar, habría que pensar que están dirigidos hacia un objetivo, ocupando Dios un lugar central en la historia.

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